La Vía Láctea, a la que se suponía una reliquia de un pasado lejano, constituye un objeto vivo y dinámico.
Cuando observamos otras galaxias, apreciamos su aspecto global, pero no el detalle. Lo contrario ocurre cuando miramos la nuestra. Inmersos en ella, su estructura general sólo se nos manifiesta indirectamente.
Por eso hemos avanzado muy despacio en el estudio de su configuración e historia. No se tuvo completa seguridad de que fuera un objeto celeste más, uno entre muchos miles de millones, hasta el decenio de 1920. Para mediados de los años cincuenta, ya contábamos, tras muchos esfuerzos, con la imagen que hoy le atribuimos: la de una majestuosa espiral de estrellas y gas. En la década siguiente, se concluyó que se formó en una fase temprana de la historia del cosmos —la estimación más reciente le atribuye 13.000millones de años— y ha permanecido sin cambios importantes desde entonces.
Julio 2004
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