Es hora de abandonar la fantasía de que el primer paso consiste en alcanzar un acuerdo global.
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Todos tomamos decisiones basadas en informaciones inciertas una y otra vez. Decidimos qué estudiar, cuál será nuestra profesión, con quién nos casaremos y si vamos a tener hijos o no a partir de datos incompletos e inciertos. La situación de los Gobiernos no es distinta. Pueden financiar el transporte, poner en práctica políticas sociales, declarar la guerra o firmar la paz, pero nunca saben con total certeza cuáles serán los resultados.
Aunque existen numerosas incertidumbres respecto al cambio climático, sabemos mucho más sobre cómo responderá el planeta a un incremento sustancial de la concentración de dióxido de carbono atmosférico que sobre muchos de los problemas a los que nos enfrentamos en nuestra vida privada o en la política. La actividad humana durante los dos últimos siglos ha puesto al planeta en un riesgo enorme. Si no actuamos pronto para cambiar nuestro modelo energético y para reducir nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, en este siglo nuestros hijos y nietos presenciarán cambios profundos en los ecosistemas y en el clima. Algo que pondría en peligro no solo nuestra forma de vida, sino la supervivencia de miles de millones de personas en los países en desarrollo. Aunque los climatólogos y asesores deberían ser más cuidadosos y explícitos cuando se dirigen al público, no son las incertidumbres científicas lo que impide avanzar en cuestiones políticas.
Enero 2011
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