Se está a punto de correr el velo de misterio que envuelve un capítulo fundamental de la astrofísica: la diversidad de las galaxias.
Hace un siglo, no se sabía que existiese una multitud de galaxias. Se creía que la nuestra era el universo. En el espacio había quizá mil millones de estrellas, y entre ellas unas manchas borrosas que parecían estrellas emergentes o tal vez moribundas. Hasta que llegó la época dorada de la astronomía, los primeros decenios del sigloxx; Edwin Hubble y otros demostraron entonces que muchas de esas manchas borrosas eran verdaderas galaxias.
¿Por qué las estrellas residen en aglomeraciones gigantescas entre las que median inmensos vacíos? ¿Por qué las galaxias adoptan esa sorprendente variedad de formas, tamaños y masas? No nos es posible observar el nacimiento de una galaxia en toda su extensión; procede con exasperante lentitud. Para montar las piezas hay que estudiar diferentes clases de galaxias, cada una observada en una fase distinta de su historia. Estas mediciones empezaron a ser cosa de todos los días hará menos de diez años, cuando la astronomía entró en una nueva edad de oro.
Agosto 2002
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