Las descargas electrostáticas amenazan el progreso de la miniaturización y de la velocidad en los futuros dispositivos electrónicos.
No nos son desconocidos los efectos de la carga electrostática: basta con que calcemos playeras y arrastremos los pies por una alfombra de pelo; percibiremos la ligera comezón que causa el salto repentino a otro objeto de la carga eléctrica que el frotamiento con la alfombra acumula. Pero las consecuencias son mucho peores para los equipos electrónicos modernos.
En un día seco de invierno, caminar sobre una alfombra nueva puede generar una descarga de 35.000 volt. No sufrimos daño alguno con este voltaje porque la cantidad de carga que circula es insignificante. Insignificante, pero suficiente para destruir delicados componentes microelectrónicos. Para prevenir tal destrucción se han ideado ingeniosos métodos. A medida que se reducen, sin embargo, los circuitos se vuelven más sensibles a la descarga electrostática (DE) y ya no valen los viejos trucos. ¿Podremos seguir encontrando nuevas formas de evitar los desperfectos electrostáticos sin que el ritmo de la innovación disminuya?
Diciembre 2002
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