La respuesta inmunitaria innata constituye la primera línea de defensa contra microorganismos invasores. Recientes hallazgos relativos a la acción del sistema podrían abrir nuevas vías para el tratamiento de infecciones y trastornos inmunitarios.
Una mujer se encuentra a bordo de un ascensor. Los pasajeros que la acompañan empiezan a estornudar. Mientras ella se pregunta qué enfermedades podrían contagiarle, su sistema inmunitario entra en acción. Si el microbio que dispersan los estornudos corresponde a uno con el que la mujer ha estado ya en contacto, un batallón de células inmunitarias entrenadas —la infantería del sistema inmunitario adaptativo— lo reconocerá y, en cuestión de horas, lo eliminará. Puede incluso que jamás llegue a darse cuenta de que ha sido infectada.
Pero si el virus o bacteria corresponde a uno contra el que nuestra desventurada pasajera nunca ha luchado, acudirá en su auxilio otro tipo de respuesta: el sistema inmunitario "innato". Este sistema de defensa reconoce clases genéricas de moléculas producidas por múltiples y variados agentes patógenos. Cuando detecta alguna de estas moléculas extrañas, el sistema inmunitario dispara una respuesta inflamatoria; en ella, determinadas células del sistema inmunitario se esfuerzan por aislar al invasor con un muro y detener así su propagación. La actividad de estas células - y de los compuestos que segregan - precipita el enrojecimiento y la hinchazón de los puntos afectados; también es responsable de la fiebre, malestar general y otros síntomas gripales que acompañan a numerosas infecciones.
Marzo 2005
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