Su actividad volcánica permanente lo convierte en un laboratorio natural insustituible para el estudio de los procesos eruptivos y de las técnicas de vigilancia
El Etna es el volcán activo más grande de Europa. Se levanta junto a la costa nordeste de Sicilia y alcanza una cota de 3345 metros sobre el nivel del mar (altura que adquirió en 1978). La historia de sus frecuentes erupciones ha llegado hasta nosotros gracias a una nutrida serie de crónicas históricas, que nos retrotraen hasta hace más de 2000 años.
Su historia eruptiva muestra períodos de actividad muy intensa, que han producido modificaciones fisiográficas importantes de la morfología del edificio volcánico y graves perturbaciones en el desarrollo de la actividad humana desarrollada sobre sus laderas. Merece especial mención el ciclo de erupciones que se produjo durante el siglo xvii, la mayor de las cuales destruyó parte de la ciudad de Catania en el año 1669. Al término de este ciclo se produjeron importantes modificaciones morfológicas en la cumbre del volcán, con la formación de un amplio cráter de derrumbe, cuyo diámetro actual es de unos tres kilómetros y medio.
Lo más comentado
La muy aburrida coherencia de la física cuántica
¿Tiene futuro un planeta abarrotado de habitantes?
El sonido de las bacterias sobre tambores de grafeno
Un artículo dice