¿Sabemos por la expresión de la cara si los demás están angustiados, enfadados o alegres? El secreto de nuestro acierto reside, al parecer, en prestar la debida atención a las señales mímicas adecuadas.
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Las personas difieren en su capacidad para leer las emociones escritas en la cara de otros sujetos.
La amígdala da instrucciones al sentido de la visión para que examine las características del rostro que revelan la emoción.
A su vez, el cerebro precisa la dinámica facial del interlocutor para dirigir su atención hacia las regiones clave para leer sus sentimientos.
"Cuando quiero averiguar si una persona es inteligente o tonta, mala o buena, qué es lo que piensa en ese momento, imito su expresión facial y espero a que en mi mente o en mi corazón emerjan pensamientos o sentimientos que coincidan con dicha expresión."
Para Edgar Allan Poe (1809-1849), inventor de las historias de detectives, era algo sencillo. A Auguste Dupin, héroe de su relato La carta robada, le bastaba con estudiar el semblante de una persona para descifrar su interior. Esta afición no se encuentra muy extendida, por más que los rasgos faciales de algunos parezcan un libro abierto. Muchas emociones elementales, como la alegría, la angustia o la ira, pasan inadvertidas la mayoría de las veces.
Enero/Febrero 2009
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