Dentro de poco dispondremos de una nueva generación de dispositivos diseñados íntegramente a escala atómica.
HARRY CAMPBELL
Durante décadas, la fabricación industrial ha sido sinónimo de enormes cadenas de montaje. En ellas, una multitud de operarios —humanos o robots— puede llegar a construir desde un avión hasta objetos más pequeños y delicados, como fármacos, ordenadores o teléfonos inteligentes.
Imagine un futuro en el que el ensamblaje de procesadores y memorias digitales, generadores de energía, tejidos artificiales y aparatos clínicos tenga lugar a escalas imperceptibles a simple vista. Esa nueva era comenzará dentro de pocos años. Una vez llegue, pasaremos de disponer de productos que simplemente contienen nanotecnología (como las lociones de protección solar con partículas de dióxido de titanio para bloquear la radiación ultravioleta, o las nanopartículas que aumentan la calidad de las imágenes clínicas, por mencionar dos ejemplos) a otros fabricados íntegramente a escala nanométrica [véase «¿Podemos hacer más con menos?», por Xavier Obradors, en este mismo número].
Agosto 2013
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