
CORTESÍA DE JOSÉ M.ª EZQUIAGA
Quizá lo que mejor caracterice la condición contemporánea de las ciudades sea una transformación tan profunda como la experimentada en la fase de surgimiento de las sociedades industriales y, como corolario, la crisis de las ideas tradicionales de urbanidad, espacio público y paisaje. Desde la utilización por los sociólogos de la Escuela de Chicago, en los años veinte del siglo pasado, de la metáfora orgánica para explicar el ciclo vital de las ciudades, hasta la concepción del planeamiento como expresión de la vocación espacial de un sujeto ciudad, se ha atribuido a la ciudad una imagen equívoca de entidad coherente y unitaria. Sin embargo, la ciudad no es tanto un actor como un lugar ocupado por muchos actores.
Como resultado de la nueva economía basada en la información y el conocimiento, la expresión contemporánea de la condición urbana asume una multiplicidad de configuraciones espaciales, tanto en escala geográfica como en cualidad, en abierta ruptura con las configuraciones tradicionales. A partir del reconocimiento de la creciente primacía de los flujos y las redes virtuales, y la consecuente desterritorialización que ello supone, pensadores como Melvin M. Webber, Saskia Sassen, William J. Mitchell o François Asher se han preguntado acerca del futuro de las grandes aglomeraciones urbanas.
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