Los autistas padecen una alteración biológica. Aunque incurables, es mucho lo que puede hacerse para que lleven una vida más adaptada.
Hay una imagen estereotipada para referirse al autismo: la del niño encantador protegido por una campana de cristal. Durante décadas, muchos padres se han aferrado a esa estampa, confiados en que algún día se hallara el mazo que hiciera añicos la barrera invisible. Se han propuesto varios tratamientos, pero ninguno se ha mostrado eficaz. La campana permanece intacta. Quizás haya llegado el momento de romper con esa imagen, para poder entonces formamos una idea real de la mente de los autistas.
Las investigaciones psicológicas y fisiológicas han demostrado que no viven en un mundo interno de especial riqueza, sino que son víctimas de una alteración biológica en virtud de la cual su mente difiere notablemente de la de un individuo normal. Mas, para fortuna de todos, los autistas no están fuera del alcance de las relaciones afectivas.
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