La acidificación del océano puede alterar el comportamiento de las especies marinas y poner en peligro su supervivencia.
PASCAL CAMPION
La creciente acidificación del océano provocada por el cambio climático estaría alterando en los organismos marinos comportamientos importantes que necesitan para sobrevivir.
Los experimentos demuestran que las damiselas, los tiburones y los cangrejos ermitaños mantenidos en agua muy acidificada pierden la capacidad de detectar a sus depredadores y presas mediante el olfato, o se adentran de forma inesperada en lugares peligrosos.
No queda claro si los organismos marinos lograrán adaptarse a un cambio gradual del pH o si podrán transmitir a la descendencia los rasgos adaptativos. Los estudios realizados en arrecifes situados en zonas volcánicas, más ácidas de lo normal, podrían ofrecer respuestas a estos interrogantes.
En realidad, el sentido del olfato se basa en un mecanismo puramente químico, pues detecta e identifica moléculas disueltas en el agua y desencadena respuestas a ellas. Incluso la más pequeña modificación de la composición del agua podría inutilizar este delicado mecanismo de supervivencia. Los científicos empiezan a preguntarse por las consecuencias de la acidificación del agua marina, un fenómeno global provocado por la absorción de dióxido de carbono de la atmósfera. En 2010, junto con mis colaboradores, coloqué 300 larvas de pez payaso recién eclosionadas en un tanque de agua marina de nuestro laboratorio y las supervisamos durante 11 días. Al verter el olor de un pez inofensivo, las larvas no mostraron ninguna respuesta. Pero ante el olor a mero, unos de sus depredadores, huyeron en todas direcciones.
A continuación repetimos el experimento con otras 300 larvas de los mismos progenitores, pero esta vez en un medio más ácido, el que podría darse en ciertas regiones del océano hacia 2100 de continuar la tendencia actual. Las larvas se desarrollaron normalmente, pero ninguna de ellas reaccionó ante el olor del depredador. En realidad, se desplazaron con preferencia hacia el peligroso olor, en lugar de dirigirse hacia el agua inodora. Al añadir simultáneamente el olor de un depredador y el de un pez no peligroso, los pececillos parecían no aclararse, pues pasaban tanto tiempo en una zona como en la otra. Detectaban las señales químicas, pero no lograban descifrar su significado. Este cambio de comportamiento resultaba sorprendente y preocupante. Esperábamos que la acidificación modificara levemente la comunicación química, pero no que indujera a los peces a nadar directamente hacia una muerte inminente.
Todos los animales desempeñan las mismas funciones básicas durante la vida: buscan comida, se reproducen y evitan ser devorados en el intento. En los arrecifes coralinos, donde los depredadores y las presas viven en un hábitat complejo de reducido tamaño, existe una fuerte presión selectiva para evitar a los depredadores. Cualquier alteración de esta capacidad podría tener efectos catastróficos para el conjunto del ecosistema.
Si un agua cada vez más ácida modifica el sentido del olfato del pez payaso, también podría afectar a otros sentidos y comportamientos. Y si bien nosotros solo hemos estudiado una especie de pez payaso, el olfato resulta esencial para una enorme diversidad de especies marinas. Como mínimo, la confusión y la desorientación provocada por la acidificación sería un factor de estrés adicional para especies que ya se hallan al límite debido al incremento de la temperatura, la sobrepesca y los cambios en la disponibilidad de alimento. Además, si el comportamiento de los animales marinos se trastoca, toda la red trófica, los patrones migratorios e incluso ecosistemas completos podrían desmoronarse. Aunque los datos aún son limitados, parecen claros: la acidificación del océano confunde a los peces.
Agosto 2017
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