Los antibióticos no se limitan a seleccionar cepas resistentes. Incrementan también la tasa de mutación de las bacterias, acelerando la variabilidad genética y aumentando, por tanto, las posibilidades de adquisición de resistencia.
Imaginemos que la especie humana fuera un peligroso parásito de un organismo evolutivamente superior y con un tipo de inteligencia impensable para nosotros. Imaginemos también que este organismo, cansado de sufrir enfermedades a nuestra costa, hubiera desarrollado distintos compuestos químicos para eliminarnos: uno destinado a impedirnos respirar, otro dedicado a inhibir la circulación sanguínea y un tercero que provocara un fallo completo de los sistemas digestivo y excretor.
Imaginemos por último que, como consecuencia de la variabilidad genética inherente a la especie humana, uno de cada cien millones de individuos fuera capaz de resistir a todos estos ataques. En otras palabras, al servirse de cada uno de estos compuestos químicos, la población del planeta quedaría reducida a tan sólo 50 personas. La comunidad humana se extinguiría, porque es difícil imaginar que estos 50 individuos (supuesto que hubiera machos y hembras en edad fértil entre ellos) pudieran encontrarse unos a otros y desarrollar una nueva progenie resistente. Si se utilizara más de un solo agente, la situación sería incluso más grave: los individuos resistentes a uno de los agentes serían sensibles a los demás y no habría ningún superviviente.
Este es el escenario en el que se encuentran las poblaciones bacterianas cuando se enfrentan a los antibióticos. Pero el resultado final no es el expuesto para los humanos. A lo largo de la historia reciente, han desaparecido muchas especies de organismos, en demasiados casos como consecuencia de la actuación, directa o indirecta, del hombre.
Diciembre 2002
Revista digital en PDF
Revista en papel
Suscripción
Lo más comentado
Diccionario de física cuántica: entrelazamiento
Sinopsis del siglo XXI
La medicina cuántica no existe
¿Sería posible la vida sin el cromosoma Y?