La planificación hidrológica sigue sin adaptarse a las directivas europeas.
Narcís Prat
MARIA RIERADEVALL Y NARCÍS PRAT
Los turistas del norte de Europa que se bañan en las aguas del mediterráneo no suelen ser conscientes del esfuerzo que supone para los oriundos que dispongan de agua corriente en una ducha al borde de la playa. Tampoco son conscientes de las batallas sobre el agua que ha desatado el zumo de naranja que beben en el desayuno o el aceite de oliva que aliña sus ensaladas. En España, el 80 por ciento del agua se consume en el regadío agrícola destinado en gran parte a la exportación de productos frescos o que surte a la agroindustria para que turistas y españoles degustemos excelentes jamones y solomillos. El agua se halla presente en todos y cada uno de los actos de nuestra vida, aunque apenas nos demos cuenta. Su consumo para múltiples actividades ha dado lugar a un fuerte impacto ambiental, con más de mil grandes presas, millones de pozos, ríos con caudal alterado y aguas contaminadas.
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