Merced a su sistema de señales de biosonar, los murciélagos obtienen abundante y minuciosa información sobre su entorno. Las neuronas de su sistema auditivo han adquirido un alto grado de especialización.
Está muy extendido el error de que las pulsaciones acústicas utilizadas por los murciélagos, en su vuelo y en la localización de sus presas, constituye un sistema tosco, algo así como avanzar en la obscuridad orientado por los golpes de una caña. Pero el biosonar ha demostrado ser cualquier cosa menos basto. Mediante la ecolocación, el murciélago sigue el recorrido y captura una escurridiza mariposa nocturna con una facilidad y un porcentaje de éxitos que envidiaría cualquier ingeniero aeronáutico militar.
Además de informar sobre la distancia del objetivo, el sonar de los murciélagos transmite algunos otros detalles de interés. De los corrimientos Doppler —cambios de la frecuencia del eco en relación con la señal original— no se infiere sólo la velocidad relativa de un insecto volador, sino también su batir de alas. La amplitud del eco, combinada con su demora, indican el tamaño del blanco. Las amplitudes de las frecuencias componentes corresponden al tamaño de distintos rasgos de las presas. Las diferencias entre ambas orejas, en la intensidad y tiempo de llegada del sonido, dan el azimut del objetivo; el modelo de interferencia de las ondas sonoras reflejadas en la estructura de los oídos externos señala la elevación.
Agosto 1990
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