Letal desde el primer día, la serpiente tentaculada emplea tácticas taimadas para capturar peces.
RYAN SOMMA
Los humanos nos sentimos orgullosos de nuestro gran cerebro y conductas complejas. Pero si hay algo que he aprendido como biólogo es que nunca hay que subestimar las capacidades animales, consideradas por muchos primitivas y simples. Los mamíferos suelen enseñarme esta lección. Pero recientemente, la complejidad de los comportamientos que observé en un reptil, la serpiente tentaculada, me dejaron boquiabierto.
La serpiente tentaculada, Erpeton tentaculatus, es un ofidio acuático originario de Tailandia, Camboya y Vietnam del Sur. De tamaño reducido (los adultos miden unos sesenta centímetros de longitud), pare crías vivas y se alimenta exclusivamente de peces. El nombre del animal hace referencia a su rasgo más distintivo: el par de tentáculos que surgen de los lados del hocico. Me interesé por primera vez por estos animales hace un decenio, en una nostálgica visita al Zoológico Nacional de Washington, D.C., donde había trabajado algunos veranos cuando era estudiante universitario. Mientras paseaba por la casa de los reptiles descubrí un acuario repleto de vegetación en el que una serpiente tentaculada aguardaba al acecho. Colgaba inmóvil en el agua, intentando hacerse pasar por una ramita. Su cuerpo se hallaba curvado en la característica forma de J que las serpientes adoptan al cazar.
Junio 2011
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