El experimento AMS estudiará los rayos cósmicos en busca de antimateria cósmica primaria, materia oscura y nueva física.
DON FOLEY
El pasado 16 de mayo partió desde Cabo Cañaveral con rumbo a la Estación Espacial Internacional (ISS) la misión STS-134 de la NASA, la última del transbordador espacial Endeavour. A bordo viajaba el Espectrómetro Magnético Alpha (AMS-02). Tres días después, el dispositivo era instalado con éxito en la ISS (abajo), donde permanecerá hasta que esta se retire de su órbita, en 2028.
El AMS-02 es un detector de partículas —un dispositivo como los empleados en el Gran Colisionador de Hadrones del CERN— adaptado al agresivo entorno espacial. Con un tamaño de 5×4×3 metros, unas 7,5 toneladas de peso y un consumo superior a los 2000 vatios (proporciones gigantescas para los estándares del programa espacial), su objetivo consistirá en estudiar los rayos cósmicos durante un largo período de tiempo. La ausencia de contaminación atmosférica de la que se beneficia la órbita de la ISS y la avanzada tecnología de los detectores del AMS-02 harán posible estudiar, con un detalle sin precedentes, la masa, carga eléctrica y energía de las partículas y núcleos atómicos que llegan a la Tierra desde el espacio exterior. Gracias a ello, se espera que el instrumento detecte trazas de antimateria cósmica primaria, señales de materia oscura y, tal vez, fenómenos nuevos, como la existencia de la denominada materia extraña.
Junio 2011
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