La progresiva miniaturización de los dispositivos electromecánicos abre nuevas perspectivas en biología.
ÁLVARO SAN PAULO
Los microscopios de fuerza atómica constituyen una de las herramientas más empleadas en la exploración del nanomundo. Basados en un principio de funcionamiento similar al de un tocadiscos, permiten rastrear y resolver con gran precisión los detalles de una superficie a escala nanométrica. En 1994, varios trabajos casi simultáneos demostraron que los mismos elementos que otorgaban a este instrumento su exquisita sensibilidad podían emplearse como una nueva herramienta sensora de aplicaciones casi infinitas. Nos referimos a las micropalancas, pequeñas estructuras mecánicas con forma de trampolín que, al interaccionar con otras sustancias, ven modificadas algunas de sus propiedades, como su masa o su forma. Ahora, una nueva generación de dispositivos aún más diminutos promete un abanico de aplicaciones insospechadas en biología y medicina.
Enero 2013
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