En «La benevolencia de los agujeros negros» [INVESTIGACIÓN Y CIENCIA, octubre de 2012], Caleb Scharf habla sobre los agujeros negros supermasivos que residen en el interior de las grandes galaxias, como ocurre en la Vía Láctea. Pero ¿estamos seguros de cuál es el anfitrión y cuál el «invitado»?
Francis Jones
Amarillo, Texas
RESPONDE SCHARF: Dos de los mayores misterios relativos a los agujeros negros supermasivos atañen a su procedencia y al momento en que se formaron. Existen datos que muestran con claridad que dichos agujeros negros datan de la época en que comenzaron a gestarse las galaxias y las estrellas. Por tanto, se diría que ya habitaban en el seno de las galaxias o en los grandes fragmentos de materia que se estaban agregando para formar galaxias aún mayores. Parece improbable que los mayores de estos objetos hayan tenido tiempo de crecer a partir de agujeros negros menores, con masas próximas a la de una estrella, lo que sugiere que ya desde sus inicios hubieron de presentar un tamaño considerable.
Una de las teorías propuestas para describir su formación sostiene que, en un universo joven y pobre en elementos químicos, las condiciones reinantes en las regiones densas del interior de las galaxias podrían haber provocado el nacimiento de agujeros negros con masas comprendidas entre 100.000 y un millón de masas solares. Después estas «semillas» podrían haber crecido con rapidez mientras la galaxia se agrupaba y la gravedad atraía materia fría del universo circundante. Por tanto, la relación entre una galaxia y su agujero negro supermasivo tal vez pueda describirse como «simbiótica».
Abril 2013
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