El virus del SIDA no es único. Tiene parientes en el hombre y en los primates. Los estudios de esos virus afines señalan que algunos han evolucionado hacia una coexistencia no patógena con sus hospedadores.
La aparición súbita y la expansión rápida de una enfermedad infecciosa desconocida, como ha sido el caso del SIDA, plantea cuestiones apremiantes: ¿cuál es el agente causal? ¿Qué estructura tiene éste y cómo actúa? Y, cuando se trata de un agente desconocido, ¿de dónde procede?
Nuestros trabajos se han centrado en el tercer problema, el origen de HIV, el virus del SIDA. Conviene aclarar que no nos propusimos delimitar el lugar o el grupo de personas que albergasen alguna forma vírica ancestral y reseguir la trayectoria que condujo al agente hasta provocar la pandemia del SIDA. Nuestro empeño se ha dedicado, por el contrario, al estudio de los virus emparentados con el HIV, para conocer su evolución hacia formas con propiedades características y letales que han desencadenado el SIDA.
Esos planteamientos superan el mero interés histórico del problema. En los tres últimos años, varios grupos de investigadores hemos identificado retrovirus afines al HIV en monos y seres humanos. Las peculiares propiedades biológicas de los virus alojados en hospedadores distintos pueden revelar aspectos interesantes de la patogenia del agente. A largo plazo, la selección evolutiva cursa a favor de la supervivencia de los dos protagonistas: el virus y el hospedador. Sin embargo, durante décadas o milenios pueden registrarse alteraciones de esa relación entre virus y hospedador; el desencadenamiento de una enfermedad letal causada en hospedadores sensibles por un patógeno virulento tiende a producir cepas víricas menos virulentas y hospedadores más resistentes. El conocimiento y la comprensión de esos acontecimientos en el caso de otros virus quizá revele procedimientos para controlar el virus del SIDA y su enfermedad.
Diciembre 1988
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