A diferencia del petróleo, el acero o el papel, los programas informáticos constituyen bienes intangibles. Esta esquiva peculiaridad hace difícil su cuantificación.
Capers Jones
La sociedad moderna depende cada vez más de la informática, y suerte es que así sea. Los programas instalados en los ordenadores realizan de forma rutinaria tareas -como la gestión de nóminas, el registro de transacciones bancarias o la reserva de billetes- que a una persona, sin ayuda, le resultarían extraordinariamente laboriosas. Son también programas los encargados de procesos que exceden de la capacidad de los humanos; por ejemplo, las búsquedas en Internet entre inmensos volúmenes de información.
Mas, a pesar de todo, la programación informática constituye una magnitud intangible, cuya medición resulta de una dificultad diabólica. ¿De qué forma se ha de proceder para determinar el tamaño de los programas?
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