En junio de 1997, 500 matemáticos se congregaron en el aula magna de la Universidad de Göttingen para presenciar la entrega del prestigioso premio Wolfskehl a Andrew J. Wiles, de la Universidad de Princeton. Tal galardón, establecido en 1908 para quien lograse demostrar el célebre teorema magno de Fermat, también llamado "el último teorema", equivalía en aquella época a dos millones de dólares actuales. La hiperinflación y la devaluación del marco habían reducido el premio a tan sólo unos 50.000 dólares en el verano de 1997. Pero eso nada importaba. Porque Wiles, al demostrar el enigma dejado por Fermat en el siglo xvii, había hecho realidad un sueño de su infancia y dado término a un decenio de intenso esfuerzo. A juicio de los invitados allí reunidos, la demostración de Wiles prometía revolucionar el futuro de la matemática.
Y la verdad es que para llevar a cabo su cálculo, de 100 páginas, Wiles tuvo que tomar y desarrollar muchas ideas de la matemática moderna. En particular, hubo de habérselas con la conjetura de Shimura-Taniyama, una idea profunda surgida en nuestro siglo, que cala con hondura en la geometría algebraica y en el análisis de variable compleja. Y en el proceso, Wiles forjó un eslabón entre estas dos grandes ramas de la matemática. Es seguro, en consecuencia, que las ideas y resultados de cualquiera de estos campos serán fuente de inspiración para nuevos resultados en el otro. Además, ahora que se ha tendido el puente, es posible que salgan a la luz otras conexiones entre reinos matemáticos distantes.
Lo más comentado
Diccionario de física cuántica: entrelazamiento
Sinopsis del siglo XXI
¿Nos controla el inconsciente?
Artículos top 12 publicados en el año 2022