Algunos problemas planteados por antiguas obras de arte se desvanecen ante los análisis históricos y las investigaciones electrónicas.
Hace ocho años, Gerald Holzmann y yo pusimos a prueba un programa para someter las imágenes a reflexiones especulares, cambios de escala y yuxtaposiciones. Con anterioridad había examinado ya a fondo muchas imágenes, entre ellas el autorretrato de Leonardo da Vinci y su Monna Lisa. Las dos caras están representadas en vistas de tres cuartos, pero miran en sentido opuesto. Reflejamos especularmente el autorretrato y cambiamos la escala de las dos imágenes de suerte que, en ambas, fuese igual la distancia interpupilar. Partimos entonces las imágenes en dos y alineamos la punta de la nariz antes de yuxtaponer ambas mitades.
A medida que la imagen compuesta se iba formando pantalla abajo, se fundían las líneas del cabello; frente y arcos superciliares mostraban un extraordinario parecido. Cuando surgieron los ojos, las pupilas se situaron a una misma altura; por último, los pómulos, la nariz y la boca casaron también con precisión.
Junio 1995
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