Para los jefes militares de algunos de los países más pobres del mundo, no hay estrategia cabal sin niños. Son más ágiles, se les manipula mejor que a los soldados adultos y cuesta menos sacrificarlos. Pueden montar guardia en controles peligrosos, rastrear minas e infiltrarse en las líneas enemigas. Y es posible sacarles del cuerpo su tendencia natural al compañerismo.
Nos gustaría creer que estas situaciones son raras, aisladas, pero no es así. Cada día, fuerzas armadas secuestran y reclutan niños en los cuatro puntos cardinales. Se calcula que 300.000 niños toman parte en 36 conflictos abiertos (o recién concluidos) en Asia, Europa, Africa, América Central, América del Sur y la ex Unión Soviética. Alrededor del 80 por ciento de los soldados rebeldes de Sierra Leona tienen entre 7 y 14 años. En la guerra civil de Liberia, de 1989 a 1997, entraron en combate niños de 7 años. En las hostilidades camboyanas, que acabaron, oficialmente, a principios de los años ochenta, un quinto de los soldados heridos tenía entre 10 y 14 años.
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