La teoría sintética, que durante los últimos cuarenta años ha constituido el modelo evolutivo comunmente aceptado, se modifica y amplía gradualmente, al compás de los descubrimientos de la biología molecular y la paleontología.
Cuando los biólogos mencionan hoy la teoría de la evolución, no suelen referirse a su formulación original, tal y como la concibió Charles Darwin, sino a la versión corregida y aumentada del darwinismo conformada en los años 30 y 40 de este siglo. Esta última, que recibió en principio el nombre de neodarwinismo y, más adelante, el de teoría sintética, consolidó los principios fundamentales del darwinismo: la evolución tiene lugar por selección natural de las diferencias hereditarias que surgen aleatoriamente en cada generación, de manera que aquellas que confieren a sus portadores una mayor adaptación al medio se multiplicarán y, las perjudiciales, se eliminarán. Al igual que el darwinismo, la teoría sintética pone de relieve la naturaleza oportunista de la evolución por selección natural, en cuanto que las diferencias aludidas se generan por azar y son seleccionadas en respuesta a las exigencias del medio, y, por otra parte, postula la condición gradual de ese proceso.
Los creadores de la teoría sintética, entre los que se cuentan el genético Theodosius Dobzhansky, el biogeógrafo y sistemático Ernst Mayr, el paleontólogo George Gaylord Simpson, el biólogo Julian Huxley y uno de los autores (Stebbins), añadieron nuevos elementos a los fundamentos darwinistas. Así, la genética facultó identificar en términos de genes (esto es, unidades de información hereditaria que controlan estructura, desarrollo y función) los elementos determinantes de los atributos sobre los que la selección natural actúa.
Septiembre 1985
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