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En el artículo «El soñador de la teoría final» [Investigación y Ciencia, octubre de 2021], Miguel Á. Vázquez-Mozo nos presenta un elogioso perfil profesional y personal de Steven Weinberg, el recientemente fallecido científico de Nueva York ganador del Nobel de física de 1979. Weinberg se merece sin duda alguna todos esos elogios.
Lamentablemente, a mi modo de ver, en el texto el autor no hace mención alguna a un aspecto personal muy importante para el propio Weinberg, el cual sí ha sido recogido en numerosos artículos publicados sobre él tras su muerte y que me gustaría resaltar: su ateísmo.
Weinberg fue un ateo convencido y militante. Dedicó una parte importante de su tiempo a dar conferencias, publicar artículos y participar en debates para dar a conocer y para justificar la racionalidad que soportaba su ateísmo y las consecuencias, muchas veces devastadoras, de la religión. En cierta ocasión dijo: «Con religión o sin ella, la gente buena puede comportarse bien y la gente mala puede hacer el mal; pero para que la gente buena haga el mal, hace falta la religión».
Steven Weinberg defendió y justificó su posición valientemente, sobre todo si se tiene en cuenta la influencia de la religión en su país natal, Estados Unidos.
Miquel Payaró
Barcelona
Noviembre 2021
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