A la industria automovilística de EE.UU. se la ha vilipendiado en los últimos meses; la opinión pública se ha opuesto con firmeza a que reciban apoyo financiero del gobierno. La industria cayó en la trampa de los costes altos. Peor aún, las "Tres Grandes" (Chrysler, Ford y General Motors) han continuado promocionando los SUV o todoterreno, automóviles de alto consumo de combustible, cuando los riesgos para el clima y la seguridad energética de EE.UU. iban en aumento. Hasta cierto punto, la industria está también pagando el precio de la escalada del coste sanitario en Estados Unidos, que debería hallarse bajo un mejor control público, las inadecuadas políticas para la eficiencia energética y los bajos impuestos sobre la gasolina (en comparación con Europa y el Este asiático), que han facilitado la demanda de vehículos grandes por parte de los consumidores. Aun así, muchos de los problemas de la industria resultan, en efecto, de sus propios errores estratégicos de cálculo.
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