En el camino a través de la berlinesa plaza Gendarmenmarkt me golpean en el rostro las gotas de lluvia casi heladas por el viento, cada una como un pequeño alfilerazo. Las piernas se apresuran para entrar en calor. Pienso en la próxima reunión. Sin embargo, poco antes de la puerta de la Academia de Ciencias de Berlín-Brandenburgo (BBAW, por sus siglas en alemán) me arranca de mis pensamientos el color naranja intenso de la fachada de enfrente. En la sala de reuniones del segundo piso me reúno con el grupo interdisciplinar de trabajo «Funciones de la conciencia» del BBAW. Hoy asisten nueve de los doce científicos de la nueva generación, entre ellos varios filósofos, una historiadora del arte, un psicólogo, un psiquiatra y una lingüista. Su tema común: los qualia.
El término técnico filosófico describe la cualidad especial de la vivencia consciente que trasciende el mero contenido informativo de una impresión sensible. La percepción del color rojo comprende más contenido que la sola información de ver luz de una determinada longitud de onda. Quizás un robot habría registrado esta mañana muchos pequeños impulsos de las gotas de lluvia, pero no por ello habría sentido lo mismo que yo. Así, también he percibido el calor de mis músculos o el color naranja de una manera especial, experiencia central para mi vivencia consciente.
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