Llamémosla Janet Brown. Acudió a nuestro hospital Brigham and Women de Boston por vez primera hace 5 años. Se quejaba de cansancio, sensación de sordera y alteraciones visuales. Los primeros ensayos terapéuticos parecían muy alentadores pero, al cabo de un año, se acentuaron las recidivas. Janet dejó de caminar y de hablar correctamente. Cuando esta maestra de 34 años regresó de nuevo a nuestro centro de esclerosis múltiple del Brigham and Women vino sentada en silla de ruedas.
Se le sometió a una resonancia magnética, para medir el riego sanguíneo y la actividad cerebral. En las imágenes aparecían zonas inflamadas, que confirmaron nuestro diagnóstico: esclerosis múltiple. Ese mismo día le administramos un fármaco químico antiinflamatorio. Dos meses más tarde comprobamos, en las imágenes tomográficas del cerebro, que se había producido una clara mejoría. Un año después, Janet pudo volver a caminar con la ayuda de un bastón. Hoy sólo cojea un poco.
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