Para los arúspices romanos de la antigüedad, el asunto no admitía duda. Si, durante las ceremonias augures, miraban al norte, a su derecha (en el este) caía el lado de la luz y de los buenos presagios; a su izquierda (al oeste), el lado de la noche y el reino de los muertos.
Esta partición disjunta del mundo en derecha e izquierda, en bueno y malo, sigue presente en muchas expresiones y frases hechas. De alguien hablamos con desdén si decimos que es un cero a la izquierda; si alabamos la bondad de otro, decimos que tiene el corazón a la derecha. No está claro por qué se tiende en general a demonizar a la izquierda. Pero hasta la Biblia coloca a la derecha de Cristo a los buenos, en tanto que, situados a su izquierda, los réprobos merecen la condena eterna.
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