Los sonidos ultrasónicos influyen en la actividad de las neuronas cerebrales, según ha demostrado un grupo internacional al que pertenece Alexander Opitz. Este físico nos explica cómo funciona el novedoso método de estimulación.
Alexander Opitz nació en 1985. Estudió física en Tubinga. Desarrolló métodos de estimulación cerebral no invasiva, sobre todo mediante ultrasonidos, durante su estancia en el Instituto Nathan S. Kline para la Investigación Psiquiátrica del Estado de Nueva York. Trabajó por primera vez con esta técnica mientras hacía su doctorado en neurociencia computacional con Walter Paulus en Gotinga. También investigó como doctorando en el Instituto Virginia Tech Carilion de Roanoke, donde coincidió con William Tyler, redescubridor del ultrasonido como herramienta de estimulación cerebral hace algunos años. [CORTESÍA DE ALEXANDER OPITZ]
Doctor Opitz, aunque ya existen métodos para la estimulación cerebral, el interés se centra ahora en un nuevo enfoque aún en mantillas: la neuroestimulación por ultrasonidos. ¿Por qué?
Los métodos electromagnéticos actúan esencialmente sobre la superficie del cerebro; eso supone un problema. La estimulación magnética transcraneal, por ejemplo, solo penetra unos pocos centímetros en la corteza. Sin embargo, muchas enfermedades neurológicas y psiquiátricas cursan con disfunciones de regiones cerebrales más profundas. Mediante la estimulación por corriente continua o alterna se profundiza algo más, pero la focalización espacial se hace más difícil, puesto que se quiere evitar la conducción de corriente directa al objetivo mediante el implante de electrodos. Eso equivaldría a una intervención neuroquirúrgica. La energía debe transportarse en forma de campos magnéticos generados fuera del cráneo. Las longitudes de onda son, sin embargo, demasiado grandes. En el caso de la estimulación con corriente alterna estamos hablando de kilómetros, lo cual imposibilita el trabajo con una precisión milimétrica o centimétrica.
¿Los ultrasonidos no plantean ese problema?
Exacto. Al tratarse de una vibración mecánica, se propaga bien por los líquidos; además, el cerebro, como otros tejidos corporales, se compone en gran parte de agua. Por tanto, los ultrasonidos penetran a mucha profundidad. Como sus longitudes de onda abarcan solo unos cuantos milímetros, pueden focalizase con precisión. Gracias a estas propiedades, el ultrasonido se encuentra en alza dentro del ámbito de la neurocirugía. Con esta técnica se pueden calentar y destruir tumores sin necesidad de abrir el cráneo.
Enero/Febrero 2016
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