La saliva fluye del hocico de la vaca, que mira temerosa a su alrededor. Cualquier ruido la sobresalta. Le tiemblan las patas. Camina insegura, tropieza con todo y termina por caer al suelo. El 11 de febrero de 1985 murió la "vaca 133" de la granja Pitsham en Sussex, al sur de Inglaterra. Se trataba del primer caso registrado de una misteriosa enfermedad: la encefalopatía espongiforme bovina (EEB).
En un principio, nadie podía creer que la "locura de las vacas", como fue denominada la EEB, pasara al hombre. En Gran Bretaña la enfermedad adquirió proporciones de epidemia, afectando a más de 180.000 reses. Pero el gobierno británico optó por quitarle importancia. Todavía en 1990 John Gummer, ministro de Agricultura, apareció ante las cámaras de televisión dando de comer a su hija Cordelia, de cuatro años, un bocadillo de ternera para demostrar su convicción de que las terneras británicas ofrecían seguridad.
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