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El hecho de que personas muy cafeteras, así como las fumadoras, parecen manifestar menor riesgo de sufrir la enfermedad de Parkinson ha motivado a científicos de la Universidad de Washington a verificar los efectos del café y de los cigarrillos. Leo Pallanck y sus colaboradores se valieron de moscas de la fruta genéticamente modificadas de modo que sus células dopamínicas fueran muriendo al envejecer (la muerte de células productoras de dopamina en el cerebro provoca los temblores y otras limitaciones motoras características del parkinson). Al administrar a las moscas café y extractos de tabaco, las células dopamínicas de los insectos sobrevivían; además, su esperanza de vida aumentaba. Los científicos descartaron que las sustancias protectoras fueran la cafeína y la nicotina; el café y el tabaco contienen otras sustancias prometedoras. «Las drosófilas constituyen un magnífico sistema para aproximarnos a los principios activos responsables de la mejora», explica Pallanck.
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