Hace más de un siglo, el médico alemán Alois Alzheimer describió el primer caso de una demencia severa en la que el análisis histológico post mórtem de la paciente mostraba una marcada atrofia de la corteza cerebral asociada a la presencia de unos depósitos insolubles que, posteriormente, se denominaron placas amiloides. En la última década se ha concluido que la muerte neuronal característica de la enfermedad de Alzheimer (EA) se debe a la toxicidad de los agregados solubles precursores de las placas amiloides (oligómeros), formados por el péptido amiloide beta (Ab), y no meramente por la presencia de las placas amiloides. La inmunoterapia, que consiste en el uso de anticuerpos y otras moléculas del sistema inmunitario para tratar enfermedades, está dando muy buenos resultados en ciertos trastornos autoinmunitarios y algunos tipos de cáncer. Aunque diversos estudios clínicos para tratar la EA mediante vacunación se encuentran en la fase previa a la comercialización (fase III), no son pocos los efectos secundarios observados, por lo cual se ralentiza la consecución de una terapia segura.
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