Una alteración del funcionamiento general del sistema nervioso podría estar en la base de un particular tipo de diabetes.
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Las neuronas se comunican entre sí mediante los neurotransmisores acetilcolina o dopamina, moléculas de tamaño pequeño. Los hay también mucho mayores; así, neuropéptidos como las endorfinas, productoras de una analgesia similar a la causada por la morfina, uno de los analgésicos naturales más potentes.
Otros péptidos operan sobre células distintas de las nerviosas. Pensemos en las del sistema inmunitario o las involucradas en los procesos inflamatorios. Y observamos que los diversos sistemas de que se compone el organismo dialogan entre sí, inhibiéndose o potenciándose recíprocamente. Se ha comprobado que graves traumas psíquicos pueden provocar una depresión nerviosa, pero también pueden deprimir el sistema inmunitario y hacer que el organismo estresado sea más sensible a enfermedades infecciosas.
La «sustancia P» es un neuropéptido pequeño que actúa sobre el dolor, aunque su acción difiere de la desarrollada por las endorfinas. No actúa como éstas centralmente, esto es, en el cerebro y en la médula espinal, sino en la periferia, pues son los nervios periféricos los que la liberan. La acción de la molécula P consiste en amplificar la sensación de dolor y los procesos inflamatorios, como ocurre en la artritis reumatoide, una enfermedad autoinmunitaria.
La sustancia P liberada por los nervios puede además regular el metabolismo de las células y alterar su función. Esto se ha comprobado hace poco estudiando las «células beta» del páncreas, que en condiciones normales segregan la cantidad necesaria de insulina, la hormona que sirve para metabolizar los azúcares.
Noviembre/Diciembre 2007
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