El refrán "A quien madruga Dios le ayuda" no forma parte de las consignas que cumple Joaquín Puig. A sus 36 años, no ha resuelto todavía su problema con las sábanas. No importa que a las seis de la mañana haya de estar en el control de facturación del aeropuerto de Barcelona. En su agenda está una reunión en Valladolid a las nueve en punto. Para Bauer, dirigente de una empresa de informática que llegó ayer de un viaje de negocios de ida y vuelta a Nueva York en dos días, levantarse hoy le cuesta más de lo habitual.
"Por culpa de la diferencia horaria hoy puedo dormir sólo tres horas", explica con una sonrisa cansada y añade que el viaje a Shangai la semana anterior no le permitió tampoco cerrar los ojos. A Bauer le gusta viajar, pero la falta de sueño le vence. "Cuando estoy en casa lo único que ansío es coger la cama."
Lo más comentado
Mañana, ayer y hoy
Pensamiento crítico: más allá de la inteligencia
Magia con paparruchas
Cómo matar de una vez por todas al gato de Schrödinger