Las personas con un trastorno obsesivo-compulsivo manifiestan una mayor actividad cerebral ante las disyuntivas morales.
ALBERTO HERNÁNDEZ
El trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) se caracteriza por la presencia de pensamientos intrusos (obsesiones) que generan ansiedad a quien los sufre. El contenido de estas obsesiones es diverso: desde ideas de contaminación tras tocar algún objeto o a alguna persona, dudas sobre ciertas acciones relevantes («¿He cerrado puertas y ventanas?»), miedo a comportarse de forma inapropiada («¿He molestado a otros?, ¿he blasfemado?»), o pensamientos de que algún suceso grave sucederá si los objetos de la mesa no se hallan en perfecta alineación y simetría.
Por lo general, esas obsesiones se acompañan de conductas rituales (compulsiones), cuyo objetivo estriba en reducir la ansiedad causada por esas ideas intrusas. Las personas con TOC pueden limpiarse de forma repetida —incluso hasta sangrar—, comprobar puertas y ventanas un número concreto de veces, volver sobre sus pasos para asegurarse de que no han ofendido a nadie, o colocar minuciosamente todos los enseres de la mesa en una posición determinada.
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