¿Por qué ciertos entornos alienan a los trabajadores mientras que otros les hacen sentirse más felices y mejoran su rendimiento?
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Hubo un tiempo en que la fábrica, con sus máquinas sucias y ruidosas, era el lugar de trabajo habitual en los países industrializados. Hoy, la oficina o el despacho han tomado el relevo. Centenares de millones de personas --al menos el 15 por ciento de la población en los países desarrollados-- trabajan sentadas a una mesa, parapetadas, o no, por una mampara que las separa de sus compañeros. Un sinfín de sillas giratorias ocupan el lugar.
Empero, la oficina es algo más que un simple espacio físico. En los últimos años, desde la psicología de los grupos y las organizaciones se han empezado a reunir pruebas de que las características del entorno laboral afectan de un modo profundo e insospechado al rendimiento de los trabajadores. El tamaño de las mesas, la cercanía a la luz natural, la calidad del aire inhalado, la privacidad --o su ausencia-- suponen factores esenciales para la comodidad, satisfacción y productividad.
Por otro lado, la bienintencionada decisión de un empresario de decorar con láminas artísticas y plantas los lugares de trabajo puede resultar contraproducente: los espacios decorados pueden originar tanta desmotivación y descontento en los trabajadores como aquellos cubículos estériles e impersonales. En cambio, los empleados desempeñan mejor su labor cuando se les anima a que decoren el entorno a su gusto: plantas, adornos varios, calendarios, fotografías de sus hijos o de sus gatos... todo aquello que les haga sentirse más a gusto y en su elemento.
Septiembre/Octubre 2011
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