A principios del siglo XX, el joven Einstein escudriña instintivamente los problemas de mayor interés en física. Desentraña así algunos misterios de la radiación electromagnética y de los átomos.
A través del estudio de los textos clásicos, Einstein se asegura una sólida formación en física teórica. Merced a su precoz madurez intelectual, presiente cuáles son los problemas más apremiantes y potencialmente prometedores. Le animan una viva curiosidad, ambición y confianza en sus capacidades. Se deja llevar por su intuición. Sabe cuáles son las cuestiones prioritarias y dispone de la energía necesaria para resolverlas. Más tarde, Einstein dirá que no se considera una persona especialmente dotada, pero sí provista —y esto nadie se lo discute— de un buen olfato y de la terquedad de una mula.
Sus primeras investigaciones, realizadas en el marco de una disciplina tradicional, no presentan mayor novedad. El primer artículo de Einstein aparece en 1901, en Annalen der Physik, cuando el autor apenas cuenta 22 años. Trata de los fenómenos de capilaridad.
Einstein muestra una gran habilidad cuando se trata de identificar un problema y escoger los útiles necesarios para resolverlo. La termodinámica —el estudio de los sistemas físicos macroscópicos a partir de variables térmicas como la temperatura o la entropía— constituye una de sus herramientas predilectas. Pero también considera primordial derivar las leyes generales de la termodinámica a partir de las propiedades microscópicas de los componentes elementales de la materia.
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