Los reiterados fracasos en la búsqueda de una vacuna contra el sida han obligado a los investigadores a replantear sus estrategias.
MARK HOOPER
Hasta la fecha, el VIH ha frustrado todos los esfuerzos para conseguir una vacuna, porque el virus elude y debilita el sistema inmunitario.
Al no poderse impedir la infección por el VIH, se trata ahora de reducir la propagación del virus y la gravedad de la enfermedad.
Los investigadores no se rinden. Están regresando a la investigación básica en busca de nuevas pistas.
Poco después de la identificación del virus causante del sida, Margaret Heckler, a la sazón secretaria de estado para la salud y servicios humanos de los Estados Unidos, comunicó a un grupo de periodistas que el descubrimiento permitiría el desarrollo de una vacuna para prevenir el sida. "Esperamos disponer de una vacuna de este tipo para realizar ensayos clínicos dentro de unos dos años", declaraba orgullosa. Era 1984.
Los miembros del gobierno se habían equivocado de forma espectacular otras veces, pero raras son las ocasiones en que gran parte de la comunidad científica ha pecado de optimista. Veinticinco años después de aislar el VIH, seguimos sin vacuna. Hace dos años, se interrumpió un importante ensayo clínico de una supuesta vacuna fabricada por Merck porque se demostró que, amén de ineficaz, encerraba un riesgo potencial. En otoño de 2008, se retiró otra vacuna candidata; se canceló el ensayo clínico antes de iniciarlo porque no había ningún motivo para pensar que los resultados fuesen mejores.
Febrero 2009
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