Entrevista y esbozo biográfico.
En 1939, un matemático francés que a la sazón contaba 33 años demostró la corrección de una conjetura relativa al comportamiento de la tortuosa andadura de los números primos hacia el infinito, en cierto número de casos particulares de crucial importancia. Tal logro, a saber, la demostración de la hipótesis de Riemann para la función Z en el caso de funciones de un cuerpo, constituye una joya de la teoría de números moderna. La hazaña es tanto más notable cuanto que su autor la consiguió estando encarcelado en una prisión militar francesa.
La anécdota anterior es sólo una de las muchas cosas extraordinarias acontecidas a André Weil a lo largo de su vida. Una vez recuperada la libertad, Weil llegaría a convertirse en uno de los más insignes matemáticos de este siglo. Pero tan aisladas están las matemáticas de las restantes formas de cultura que el hoy profesor emérito del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton, Nueva Jersey, es casi completamente desconocido fuera del mundillo matemático. Cuando hace tres años se publicó su autobiografía, titulada The Apprenticeship of a Mathematician, no hubo una sola publicación extramatemática que la reseñara.
Septiembre 1994
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