El cerebro del varón difiere del cerebro de mujer en organización y actividad. La investigación de las variaciones observadas podría llevar a un tratamiento de patologías mentales específico para cada sexo.
En un día gris, a mediados de enero, Lawrence Summers, rector de la Universidad de Harvard, dejó caer que entre las causas de la escasez de mujeres dedicadas a las ciencias podrían contarse unas diferencias innatas en la constitución de los cerebros masculino y femenino. Esas declaraciones atizaron el fuego de un debate que lleva humeando desde hace un siglo, desde que algunos medidores del cerebro humano se valieron de uno de los resultados que habían obtenido, que el tamaño medio del cerebro de las mujeres es menor que el de los hombres, para ratificar la superioridad intelectual de éstos.
Nadie, hasta la fecha, ha descubierto prueba alguna de que la mujer, por sus peculiaridades anatómicas, sea incapaz de alcanzar la excelencia en matemáticas, física o ingeniería (véase el recuadro "La polémica del rector de Harvard"). Se ha demostrado que el cerebro de un sexo se parece mucho en multitud de aspectos al del otro. No obstante, a lo largo de los diez últimos años, las investigaciones realizadas sobre una variedad de cuestiones, que van desde el procesamiento del lenguaje, la capacidad de orientarse en un recorrido o el registro de recuerdos emotivos, han sacado a la luz un asombroso abanico de variantes estructurales, químicas y funcionales entre el cerebro del varón y el de la mujer.
Julio 2005
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