Aislados recientemente, los genes que determinan las proteínas del ojo responsables de la detección de los colores suministran información sobre la visión normal y las bases genéticas de la ceguera a los colores.
Los colores —escribió Leigh Hunt, poeta del siglo XIX— son las sonrisas de la naturaleza." ¿Cómo puede cualquier observador distinguir entre una sonrisa y otra? En gran medida, la respuesta a esta pregunta tiene que ver con tres tipos de células coniformes sensibles al color, presentes en la retina. Dichas células, según contengan pigmentos rojos, verdes o azules, responden de forma distinta a la luz reflejada por un objeto coloreado. Los pigmentos, proteínas que absorben luz, son especialmente sensibles a las regiones de longitud de onda larga (rojo), media (verde) o corta (azul) del espectro de luz visible. Las cantidades relativas de luz absorbidas por cada tipo de cono se traducen en señales eléctricas por los nervios de la retina y se transmiten después al cerebro, donde el conjunto de estímulos provoca la sensación de un color específico.
El papel de los pigmentos en la discriminación del color se conoce desde hace décadas, aunque sus estructuras no se han dilucidado hasta recientemente. El autor y sus colegas han identificado los genes que determinan tales pigmentos, descifrado sus estructuras y deducido las secuencias de aminoácidos de las proteínas. Este trabajo, realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford, permitirá muy pronto el aislamiento de los propios pigmentos y el análisis de su función. Los estudios realizados por el autor han suministrado también información sobre la evolución de la percepción normal del color y de una variante de ésta, la ceguera a los colores. (En realidad, el término es inapropiado, ya que son pocas las personas que no perciben color alguno.)
Abril 1989
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