Parecía que este tren de levitación magnética sería la alternativa veloz y de escaso gasto energético a los trenes y vuelos de corto recorrido. Pero los trenes de gran velocidad le han ganado la partida.
Hace un par de años se cerró el único tren del mundo de levitación magnética que se explotaba. Había transportado pasajeros entre el aeropuerto de Birmingham (Inglaterra) y una línea normal de ferrocarril distante 600 metros, cubriendo un trayecto que duraba 90 segundos. Tras once años de funcionamiento, el tren técnicamente fascinante y otrora ensalzado como anticipo del futuro fue reemplazado por modestos autobuses. Los autobuses son menos espectaculares, pero es muy fácil conseguir piezas de repuesto cuando se averían, virtud que le era completamente ajena a su predecesor, único y sin parangón en el mundo. El maglev de Birmingham pudiera resultar pájaro de mal agüero para el puñado de proyectos que aún perduran aquí y allá intentando que cristalice una forma de transporte desde hace tiempo pregonada como la alternativa del mañana, veloz y de poco consumo energético, frente a los trenes y a los vuelos de corto recorrido.
El maglev utiliza imanes muy potentes para sustentar y propulsar un vehículo que se desliza a toda velocidad unos pocos centímetros por encima del raíl que lo guía. Los visionarios del transporte llevan soñando con locomotoras levitantes desde principios de siglo, con rachas de entusiasmo que van y vienen.
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